Crónicas de una virtualización obligatoria
Las ocultábamos o disimulábamos con intención para que fueran desadvertidas, teníamos incertidumbres solapadas. Lográbamos estar menos pendientes de ellas gracias a nuestras pasiones, a través de amigos, familiares… De pronto nos limitan, algo ajeno nos arrebata libertades y empezamos a perder el control de la situación. Estamos en casa intentando trabajar, estamos con nuestros pensamientos, con nuestras incertidumbres. Esas incertidumbres ya estaban ahí, pero ahora solo se acrecientan y nos vemos con pocos estímulos externos para obviarlas. Nos toca enfrentarlas…
Cambiaron las circunstancias, viene la evolución, debemos adaptarnos al cambio. Somos seres en constante crecimiento y debemos ser resilientes. Algo que la vida me ha enseñado en los últimos meses es que no podemos tener control sobre lo que sucede, pero sí tenemos control sobre cómo actuamos. Nos vemos obligados a adecuar nuestro estilo de vida del exterior al interior de nuestros hogares, y para lograrlo viene intrínseca una virtualización casi obligatoria del diario vivir. Una virtualización de nuestra pasión por el flamenco, nuestras actividades sociales, los estudios y el trabajo.
El trabajo, ahora desde casa y además virtualizado, presenta limitantes tecnológicas y educativas, necesitamos democratizar la tecnología. No todos los ciudadanos tienen acceso a una computadora o a un dispositivo móvil y otros que sí cuentan con las facilidades materiales no saben cómo utilizarlas efectivamente para trabajar o resolver trámites en línea.
La democratización de la tecnología consiste en volver accesible la tecnología a un gran número de personas, encontrar formas de reorientar la rutina diaria hacia una conceptualización de aplicaciones web y aplicaciones móviles, y desarrollar políticas que puedan fomentar las nuevas formas de innovación. De primera entrada, la virtualización puede hacernos creer que se está transgrediendo nuestra cotidianidad, pero poco a poco vamos a ir descubriendo, a través de los ecosistemas virtuales, nuevas sensaciones, nuevas formas de interactuar y hacer lo que nos gusta.
Acá es donde debemos detenernos para apreciar los beneficios de la crisis sanitaria que vivimos. Podemos valernos de la situación para desarrollar colectivamente una visión innovadora hacia el cambio tecnológico, darnos paso a la digitalización y cambiar la dirección de los modelos tradicionales. Claro, la reestructuración del modelo laboral ya se venía dando, de forma paulatina, pero cada vez son más las empresas o instituciones que se dan la oportunidad del teletrabajo y la digitalización.
Me gusta pensar que vamos en la dirección correcta hacia la virtualización y muchas empresas e instituciones se están dando cuenta que el teletrabajo es posible. La crisis nos obliga a innovar.
Tenemos que colectivamente atrevernos a abrazar los cambios, apoyando a los que no cuentan con las facilidades para adaptarse. Y desde Casa Al Ándalus ese proceso exploratorio ha sido notable, la virtualización se ha dado y agradezco el esfuerzo. Casa Al Ándalus está logrando virtualizar nuestras pasiones mientras se dan paso a la virtualización de su trabajo. Cambiaron las circunstancias debemos adaptarnos a nuevos hábitos, utilizar la tecnología como medio para reencontrarnos con nuestras pasiones y seres queridos. Recordemos que es una situación excepcional, pasajera y atípica que sin duda nos va a ayudar a reinventarnos.
Por: Mariana Rodríguez Arce, Bailaora Al Ándalus Flamenco
Imprimir artículo |