Reflexión para Octubre
Octubre es el mes dedicado a reflexionar sobre las culturas, el envejecimiento, la vejez, y los derechos de las personas adultas mayores; temas de gran relevancia para la sociedad que se manifiestan desde lo más macro hasta la dimensión individual.
Urge fortalecer y crear espacios de diálogo, participación y la creación de oportunidades de desarrollo para todas las personas sin distinción de edad, condición económica, procedencia o raza, por lo que constantemente se hace un llamado global a prevenir o evitar cualquier forma de exclusión que atente contra el bienestar de los individuos, principalmente aquellos que se encuentren en vulnerabilidad por su avanzada edad o condición migratoria, máxime en el contexto actual donde el individualismo, la indiferencia y el consumismo permean fácilmente en las personas.
Y es aquí donde nos preguntamos ¿qué relación tienen estos temas con mi vida, y en mis actividades?
Precisamente en relación con estos temas de celebración, quisiera reflexionar sobre la relevancia de la convivencia. Según laReal Academia Española (RAE), el término convivencia procede del latín convivere, que significa la «acción de convivir», «vivir en compañía de otras personas, cohabitar».
Y agrego otros elementos que brindan un panorama más amplio de la anterior definición: no se puede disfrutar de una sana y pacífica convivencia si no están implicados el respeto, la tolerancia, una cuota personal en la construcción de relaciones más armoniosas con el entorno y con otros, la solidaridad y los esfuerzos por una mayor integración de las personas.
La convivencia enriquece cualquier espacio donde nos desarrollamos, pero para ello se requiere el reconocimiento valioso de las demás personas, el deseo de compartir y aprender conjuntamente, y aprovechar la oportunidad de crear nuevos lazos que favorezcan la socialización y la unión de las personas de diferentes edades y procedencia, dados los ideales compartidos y el deseo de realizar actividades de forma colaborativa que nutran la existencia. Y como ejemplo vivo de ello, está el Flamenco.
Su origen se presenta a partir de una mezcla de culturas con cuna en Andalucía, que echa sus raíces y se apropia. Llega a tocar nuestras vidas en momentos diferentes, en la infancia, la juventud o en la madurez, así que no hay edad cuanto surge la pasión por este género artístico, puesto que encontramos en el baile y el cante un rico espacio expresivo de convivencia, donde se comparte una cuota de dedicación, aprendizajes, sueños y sentimientos, sin distingo de edad.
Cada movimiento corporal, cada sonido melodioso, cada letra cantada, y cada risa o dolor manifestado por medio del zapateado requiere una mirada más allá del mundo personal. Por medio del Flamenco es posible establecer una comunicación con los demás, llevándose un mensaje de esperanza y paz que tiene una fuerte identidad con la riqueza de las relaciones interculturales e intergeneracionales.
Por: Patricia Sedó Masís
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