“No bailo porque soy feliz, soy feliz porque bailo”
William James fue un filósofo y psicólogo estadounidense que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX. A pesar de ser una persona sumamente inteligente y con múltiples intereses y talentos, durante muchos años de su vida padeció de una depresión que le provocaba pensamientos de suicidio, ataques de pánico y alucinaciones.
Sin embargo, a pesar de ello James logró vivir casi 70 años y hacer una vida relativamente normal y esto en gran parte fue gracias a las ideas y teorías que desarrolló. Muchas de estas son hoy bastante expandidas, pero en su momento resultaron de vanguardia para la psicología.
James tiene muchas frases hermosas, incluida una que escuché recientemente: “No canto porque soy feliz, soy feliz porque canto”. De inmediato la parafraseé en mi mente, pensando en las tantas veces en que, aun con todo lo que me gusta bailar, quise colgar los zapatos de tacón.
Confieso que no han sido muchas las veces, pero claro que las ha habido, y estoy segura de que a muchas les ha sucedido. Le pasa a cualquier artista, por disciplinado o talentoso que sea. A veces es por sentirnos abrumados ante las múltiples obligaciones de la vida, otras veces es simplemente por pereza, porque es más cómodo hacer otra cosa que exigirme la disciplina que implica la práctica de cualquier arte. Y en otras es porque nos sentimos tan tristes por alguna circunstancia que, como James, no queremos ni levantarnos de la cama.
Y es que, como sucede con muchas cosas en la vida, situaciones o momentos que otrora nos causaban mucha emoción con el tiempo van perdiendo esa magia. Perdemos la capacidad de asombro y de alguna manera nos acostumbramos a bailar. Pero basta ponernos los zapatos y dar unos cuantos pasos al compás de esos ritmos tan particulares para reconectarnos con ese sentimiento sin igual, tan insuperable como inexplicable.
Este mes de abril es el mes de la danza y es una perfecta oportunidad para reconectarnos esa gran ilusión por bailar de los primeros tiempos. ¿Cómo hacerlo? Haciéndolo. Poniéndonos los zapatos y bailando con todas las ganas del mundo, con todo el amor del mundo, con toda la energía del mundo. Porque la felicidad no es algo que se siente y ya. Hay que construirla todos los días con nuestras acciones y pensamientos.
Por: Naty
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hace 5 años
Hermosa reflexión Naty.